sábado, 13 de septiembre de 2014

Reflexión

Imagino, que, al final de mi vida, cerrare mis cansados párpados y en mi mente saltara la imagen de un papel blanco donde se podrá leer "Este libro se termino de imprimir..." en una localización donde mi cuerpo inanimado exhaló sus últimos soplos de vida y en el ultimo año en que fui capaz de observar la belleza de la vida fluir a mi alrededor. 

Puede que sea un pensamiento amargo y triste, pero es algo bello, acabar como acaban los frascos de literatura, sentir lo que siente un escritor al acabar su historia y apuntar la palabra "Fin", cerrar el taco de hojas escrito,mirar al cielo y sentirte satisfecho por haber conseguido contar algo que las generaciones venideras puedan leer. Y si, nuestra vida puede ser contada, podemos legar nuestras acciones, aventuras... No a través de un libro, pero si a través del conocimiento de nuestros actos.

Cuando acabas una lectura, abrazas el tomo y respiras por ultima vez el aroma que desprende cada una de sus páginas.
Esas diminutas motas de sabiduría que se despegan de su celulosa, acto seguido, colocas el libro en la librería con la mente aún inmiscuida en su historia. 

Nuestra vida, es recordada de igual manera por aquellos lectores que han sido testigos de nuestra presencia. Al morirnos, nos recordaran por todos aquellos momentos que hemos compartido junto a ellos, se regocijarán con anécdotas de nuestra vida y sonreirán, siendo conscientes de que, a través del recuerdo, seremos motas de felicidad que iluminen sus vidas como recuerdos de un plácido verano.


Porque la vida es literatura y la literatura exhala vida.