Atrás quedaron los días en que fundían sus manos y sus labios, aquellas
frías noches en que calentaban sus cuerpos bajo una misma sábana, en esos días
eran capaces de desnudarse mutuamente con tan solo una mirada, de curar sus
heridas con besos sobre su cuerpo. Los infinitos abrazos bajo la luz de la luna
ya desaparecieron, al igual que las innumerables palabras de afecto que se
lanzaban como flechas de cupido en los días lluviosos Su amor ascendía como la
niebla en la mañana colándose por cada poro de su piel, no podían subsistir sin
aspirar el aroma que desprendían.
Se conocieron una noche estival, solo eran
dos seres sin destino deambulando por la calle, pero aquella noche bajo el haz
de luna sus caminos se cruzaron, el choque de dos cuerpos interconectados hizo
surgir la chispa del amor, sus manos se entrelazaron bajo la escrutadora mirada
de la dama de plata. Se observaron fijamente a los ojos y germinaron sus almas.
Desde aquella noche que huyeron al apartamento nada se volvió a saber de ellos
en la calle, eran un par de jóvenes pintando su historia entre las profundas
sabanas de su cama, recorriendo sus cuerpos con las cálidas enredaderas de sus
manos, palpando sus almas con cada beso, yaciendo en torbellinos de pasión
dignos de los dioses creadores, una creación que en esta ocasión hacia brotar
la primavera por cada rincón del apartamento. Sus grises y apagadas caras de
ojos vacíos anegados por la oscuridad se convirtieron en un arcoíris de
alegría. Eran felices.
Pero, aquellos días pasaron y ahora se
limitan a verse como dos amantes desconocidos, apagados, sin pasión alguna ni conexión
en sus miradas, sus besos ya no caen cálidos como antes, ahora son como copos
de nieve que agrietan toda piel que tocan, sus manos no acarician, solo se
mueven desorientadas por parajes que antes les eran familiares y de los que conocían
cada rincón y cada secreto. Su amor se fue como el tiempo, a través de las
manecillas del reloj, escapó una gélida noche en el corcel negro del desamor.
En ocasiones, uno de los amantes llora sin
saber el motivo y busca calmar su tristeza sin saber que su único antídoto
duerme a su lado. Ese es el camino de los amantes, como las rosas: Crecen,
florecen y se marchitan, siendo sus negros pétalos arrastrados por el viento,
que, al igual que el tiempo, todo lo destruye.
Fotograma perteneciente al videoclip "Still" del grupo Daughter
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